Cómo los bebés reconocen las emociones de su madre

El feto asocia sonidos y emociones en el útero y los memoriza. Este aprendizaje tendrá, al nacer, un impacto en sus reacciones.

Por Alban Lemasson* y Martine Hausberger ** – The Conversation France
Publicado el 25/05/2017 a las 10:45 en Le Point Santé (www.lepoint.fr)

Tanto en el ser humano como en muchas especies animales – ya sean aves, cocodrilos o mamíferos – el feto es capaz de percibir estímulos externos, en particular el sonido, al menos al final de su desarrollo. Los sonidos percibidos pueden ser naturales (como la voz de la madre) o artificiales (la música). Y el feto hace que la diferencia entre los que le son o no le son familiares. Esta experiencia sensorial prenatal es memorizada de forma natural. Tanto es así, que al nacer, el pequeño ser reconoce la voz de su madre e incluso puede mostrar preferencia por la música que escuchó el final de su embarazo.

Así que hay una transmisión «transnatal», es decir de la etapa fetal a la etapa postnatal. Y esto es cierto para las diferentes modalidades sensoriales. ¿Un ejemplo? Un grupo de ratas muy jóvenes, a cuyas madres se les colocó en condiciones de ingravidez durante la gestación, presentaron alteraciones del equilibrio. De hecho, el comportamiento y la fisiología de la madre son una fuente importante de experiencias sensoriales para el feto, si se sienten emociones mientras se realiza una tarea, a continuación, se observan en él cambios en el ritmo cardíaco.

¿Hasta qué punto se pueden memorizar las asociaciones?

Capaz de aprender por asociación – mediante la memorización de la relación entre un estímulo y su sensación – el feto es sensible a las emociones de su madre. Pero hasta ahora ningún estudio permite acercar estos dos procesos. ¿En qué medida el feto puede asociar estímulos percibidos simultáneamente con las emociones que siente su madre y a continuación memorizar esta asociación? Esta es precisamente la pregunta que nos hacemos en los laboratorios de fisiología, medio ambiente y genética para el animal y los sistemas de ganadería y etología animal y humana.

Para responder a esto hemos elegido un animal modelo: el cerdo. Con la idea de probar si el sonido radiado a la madre durante el embarazo, mientras se le hacía vivir experiencias más o menos positivas emocionalmente, se podría observar el impacto en las reacciones de los pequeños lechones al escuchar esos mismos sonidos. Teniendo una audición muy desarrollada y capacidades cognitivas reconocidas, y estando sometidos en las granjas y pudiéndolos manipular fácilmente, el cerdo era el modelo ideal. Así que iniciamos la lectura de textos a través de altavoces, a la vez que se les facilitaba la asociación de experiencias emocionales positivas o negativas a las cerdas gestantes. A continuación, se observó la respuesta de los lechones a estos textos, justo después de su nacimiento y en las semanas siguientes.

En total, durante el último mes de gestación, 38 cerdas fueron por lo tanto sometidas diariamente durante 10 minutos a caricias u otras fuentes de emociones positivas por la mañana y a 10 minutos de movimientos bruscos u otras fuentes de emociones negativas por la tarde.

Se constituyeron tres grupos. En dos grupos «test», que constaban de 10 cerdas cada uno, estos tratamientos se asociaron con una voz humana en particular (la voz A para el tratamiento positivo y la voz B para el tratamiento negativo en el grupo 1, la voz B para el tratamiento positivo y la voz A en el negativo en el grupo 2).

Finalmente, en el tercer grupo, el de «control», también por 10 cerdas, se aplicó el mismo tratamiento pero sin que las voces fueran difundidas. Las cerdas que no habían escuchado ninguna otra voz, sus cuidadores tenían como consigna no hablarles nunca.

Después del nacimiento, tres observaciones

Después de su nacimiento, los lechones fueron sometidos a pruebas de separación social de cinco minutos, en las que se les ponía solos en una habitación. Tal situación conduce generalmente a inducir los «gritos de angustia» que indican su nivel de estrés.

De estas pruebas hicimos tres observaciones.

– En primer lugar, tuvieran dos días o tres semanas, los lechones que escucharon voces humanas antes del nacimiento estaban menos estresados que los lechones de control, cuando estas mismas voces se emitieron durante la prueba: esas voces fueron, por tanto, percibidas como algo ‘familiar’ después de ser almacenadas en el útero.

– En segundo lugar, cuando se transmitió una nueva voz leyendo el mismo texto, también tenía un efecto calmante, una prueba de que los lechones habían generalizado el efecto de la voz humana.

– En tercer lugar, los lechones se estresaron más por la voz asociada con su madre en una emoción negativa que con la voz asociada a las emociones positivas. Habían memorizado tanto la asociación entre la voz y el tacto de su madre, y ese recuerdo les había generado un impacto importante en sus reacciones.

En última instancia, estos resultados son la primera demostración de aprendizaje en el útero por asociación entre un estímulo sensorial y el estado emocional de la madre. Y deben tener un impacto importante. En primer lugar, porque ponen de manifiesto el impacto potencial de la voz de los cuidadores de madres preñadas en las especies domésticas o en cautividad. Entonces, esto mismo se puede extender a los seres humanos. Podríamos inspirarnos para calmar los recién nacidos en situaciones difíciles – por ejemplo, en caso de parto prematuro – haciéndoles escuchar un poco de música. Y probablemente deberíamos reconsiderar las recomendaciones habituales sobre el embarazo.

* Alban Lemasson es profesor en la Universidad de Rennes 1, director del laboratorio de etología animal y la humana (EthoS), Universidad de Rennes 1,

** Martine Hausberger es directora de investigaciones en el CNRS. Dirige el equipo de investigación PEGASE dentro del laboratorio de etología animal y humana (EthoS), Universidad de Rennes 1.

Traducción por Monique Presa, Terapeuta y fundadora de la Asociación Europea de las Memorias prenatales

Quiero compartiros un par de testimonios de personas que tuvieron un gemelo o gemela durante su gestación y que murió en las primeras semanas.

Estas pequeñas narraciones pueden daros una idea de lo que significa haber pasado por esta experiencia

Me di cuenta que el próximo 12 de mayo me había comprometido a asistir a un curso sobre enfermedades graves en valencia, incluso compré los billetes en diciembre pasado. Esto lo olvide . hasta aquí nada importante, decidir y nada más.
Así que decidí ir a Barcelona y que C., mi esposa, fuera a Valencia sola y nos encontraríamos en el aeropuerto de Sevilla el domingo 14 por la tarde.
Y qué sucedió ? Algo que debería ser anecdótico me » hirió» interiormente.
C. me dijo que llegaba a las 6 y yo más tarde y que no me iba a estar esperando en el aeropuerto tanto tiempo…..
En lugar de centrarme en la solución me invadió una profunda sensación de abandono y me sentí mal.
C. se dio cuenta e hizo esfuerzos para equilibrar ese momento.

Intenté razonarlo. Filtrarlo….. pero el dardo me dio de lleno. Me tumbó en ese momento.
La huella gemelar se reactivó con dolor de una forma inconsciente. Rápidamente y dolorosamente. …y lloré …

Como lloran los niños cuando no se les ve…..

Hoy estoy mejor y no permito que esa emoción me atrape.”

L.H.
Me era imposible disfrutar cuando salía sola con mis amigas. Mis pensamientos estaban constantemente con mi pareja, pensaba lo bien que lo pasaría si estuviera ahí conmigo, pensaba cómo se estaría sintiendo él sabiendo que me divertía sola, no conseguía estar realmente presente.
Era como si mi alma estuviese enganchada a él y sólo mi cuerpo se había ido a dar una vuelta por ahí.

Cuando me quedaba sola en casa porque él tenía trabajo y volvía tarde, no hacía nada más que matar el tiempo esperando el momento de su vuelta. Era como si vida quedase en suspenso si no estaba con mi pareja al lado.
De hecho yo sentía que mi vida sin mi pareja no era nada. Sólo un gran vacío.

Cuando me trabajé la huella gemelar comprendí de dónde me venían estas sensaciones y las pude liberar.
Hoy disfruto mucho de estar con mi pareja, pero si no está, también lo disfruto. Me siento más completa y mi pareja ya no es aquel sol que deslumbraba todo lo demás. Es la persona con quien comparto una parte de mi vida y porque así lo elijo.”

N.G.

Haber venido acompañados por un gemelo o más deja una profunda huella en nosotros. Y esta huella puede tomar muchas apariencias: dependencia, sentimiento de abandono, soledad, vacío, posesividad, miedo constante a perder al otro, miedo a entregarse en una relación y muchos otros matices.

Hablamos de las consecuencias de una pérdida y de un duelo no reconocido. Y hasta que no tomamos conciencia de esta experiencia y le damos su lugar en nuestra historia, esa huella sigue influyendo en nuestra vida afectiva sin que podamos hacer nada por que cambie.

Catherine Hansen, Terapeuta de las Memorias Prenatales
Asociación Europea de las Memorias Prenatales

En estas fechas navideñas solemos hacernos conscientes, más que en otras épocas del año, de cómo están nuestras relaciones afectivas con la familia.

Aún siendo fechas de reuniones y compartires, suelen estar cargadas de conflictos y malestares. No nos damos cuenta de que todas las viejas historias y deudas emocionales se activan en todo su apogeo cuando nos vemos obligados a celebrar juntos, muchas veces sin sentirlo ni desearlo. Entre turrones y champagne, esa cercanía impuesta nos despierta memorias y nos abre la herida.

Y estas viejas historias son las protagonistas del artículo de hoy. Podríamos enfocarlas desde muchos ángulos, pero del que quiero hablar hoy es el del territorio. Muchos conflictos que se viven en el seno de las familias tienen que ver con el espacio que se ocupa, el rol que se tiene y la repartición del amor.

El concepto de territorio está totalmente ligado a esta realidad material en la que entramos una vez somos concebidos. Es cuando empezamos a desarrollar un cuerpo hecho de materia, que se alimenta y que interactúa con el entorno.

Así que el primer territorio en el que vivenciamos lo que significa ocupar un lugar, es en el vientre de nuestra madre. A nivel biológico nos parece obvio que ese cuerpecito de embrión, que empieza midiendo unos pocos milímetros, acabe por ocupar todo ese espacio intrauterino y nos es difícil creer que ese Ser pueda no sentir que realmente ocupa su lugar. Pero ya sabemos que la realidad material y nuestro resentir emocional pueden diferir radicalmente.

Hay diferentes motivos por los cuales un bebé puede tener la sensación de no poder ocupar su lugar.
El más importante es el hecho de no haber sido buscado por los padres. Un bebé no deseado puede sentirse como un okupa e intentará, en la medida de lo posible, no hacerse notar. Ese bebé, una vez adulto, tendrá muchos resentimientos que aflorarán en las reuniones familiares, porque seguirá sintiendo que no tiene un lugar en esa familia. Se sentirá excluido, ignorado o incluso burlado o atacado por los demás.

Si hay presencia de hermanos eso puede hacerse más notorio. La comparación es inevitable y suele ocurrir que se hace diferencia entre hermanos, favoreciendo más a unos que a otros. Pero hay algo más que alimenta la competitividad y el conflicto con los hermanos. 
Se trata de la memoria del gemelo.

Haber tenido gemelo y haberlo perdido es una experiencia que deja muchas marcas, dos de ellas muy importantes para nuestras relaciones futuras en la familia.
Una puede ser la culpa. Muchas personas ya vienen a este mundo sintiéndose culpables de no haber podido hacer nada por salvar a su hermano o hermanos, o incluso llevan la culpa de haberle hecho algo directamente para que desapareciera. Hay personas que recuerdan haberse sentido invadidas en su espacio intrauterino por la presencia del gemelo y haber deseado que se fuera y creen que no hicieron nada adrede.
Esta culpa hará que en su familia tomen un lugar de segundo plano, sin pedir nada, sin reclamar para si, pero sintiendo un profundo dolor y rencor por ser menos que los demás. Se auto-excluyen y luego se sienten mal por no tener los mismos derechos que el resto de hermanos o familiares.

Otra es el enfado por ser abandonados por el hermano gemelo. Esta pérdida le resulta totalmente incomprensible al bebé superviviente y siente un gran enfado por quedarse desamparado sin compañero de juegos y sin apoyo para salir al mundo de fuera.
Este enfado luego lo proyectan en los hermanos nacidos después. Internamente se les recrimina no haber nacido al mismo tiempo, sino después, y esto causa muchas rencillas que se mantienen hasta la vida adulta. Además sienten muchos celos de ellos, porque sienten que son más importantes, que reciben más atenciones que ellos. Y esto no es sólo porque son más pequeños, sino porque cargan con esa culpa que les hace sentirse menos en general.

Otra causa de malestar y conflicto en la familia, que también tiene su origen en la huella gemelar es la confusión de roles. Muchos rencores en los hijos hacia sus padres es que o bien el padre o bien la madre no hacen el rol que les toca, sino que hacen más de hermanos o incluso gemelos. Esto crea mucha confusión en esa relación de padres-hijos y además genera una sensación de soledad o ausencia de figuras referentes para el hijo o hija, que no quiere una relación fraternal sino una relación de límites, protección y reconocimiento. La falta simbólica de padre o madre hace que las relaciones se tornen tensas, teñidas constantemente por ese rencor.

El encuentro con el gemelo perdido tiene un efecto sanador inmediato en nuestras relaciones con los padres y hermanos, en primer lugar porque damos a cada uno el lugar que le corresponde, incluidos nosotros mismos. Nos ayuda también a hacernos cargo del enfado y tristeza originales, arreglándolo directamente con quien estuvo implicado en esa experiencia primera, que fue nuestro gemelo o gemelos. Esa primera relación íntima de amor y compañía la dejamos de sentir con rencor y culpa y surge el amor y la comprensión, que se expanden hacia nuestra familia y hacia nuestras relaciones afectivas en general.

Sobre todo salimos de la creencia de que hay algo malo en nosotros, de que no nos merecemos nuestro lugar en la familia y eso hace que lo ocupemos sin tapujos, poniendo límites donde es necesario y reclamando lo que es nuestro desde el amor.

Por Catherine Hansen – Terapeuta de las Memorias Prenatales

Una de las huellas que mayores consecuencias tiene en nuestra vida adulta, en relación con nosotros mismos, con la vida misma y con los demás, es la huella del no-deseo.

Es una huella que lleva un gran porcentaje de personas, dado que venimos de unas generaciones en las que tener hijos no solía ser un acto consciente, sino el resultado de la educación, la moralidad, los patrones sociales y en un nivel más primitivo, un acto para la supervivencia de la especie.

A nivel general, podemos decir que el hecho de no haber sido deseados por nuestros padres genera una falta de autoestima, que se expresará con distintos matices. Esta falta de autoestima se relaciona también con enfado y soledad.

He hecho una división algo artificial de estos matices para que se entiendan, pero en realidad las sensaciones y creencias internas, en las personas con esta huella, se superponen unas con otras.

Creencia: “No tengo derecho a estar en la vida”

El deseo de los padres de tener un bebé es como la invitación a ese Ser a venir a este mundo.

Cuando viene un bebé que en apariencia no ha sido deseado, ya viene con la creencia de que se trata de un error, de que no debería haber venido.

Esto hace que la persona no consiga desarrollarse plenamente en la vida, sobre todo en lo material.

Es como una persona que está en una fiesta y no ha sido invitada, que no se atreve a comer del bufet.

Los bebés no deseados son personas que tienen dificultad para recibir de la vida, sea abundancia material, sea reconocimiento social. Viven a medias, con la permanente sensación de no pertenecer a este mundo, con la sensación de ser diferentes.

Creencia: “Molesto a los demás”

Si además de ser un bebé no deseado, en los padres, a nivel consciente, hay la creencia de que es

mal momento, bien sea por la situación económica, o bien sea por temas de cansancio o enfermedad de la madre, o bien porque la pareja de padres todavía no quería un bebé, en el bebé que está en el vientre, se instala la creencia de que molesta, de que su presencia es un problema para la familia. Estos bebés, en su vida adulta, serán personas que siempre intentarán pasar desapercibidas. Procurarán no pedir nunca nada a nadie, no ser una carga, espabilarse solas.

Por otro lado, como sienten que no deberían estar aquí, se dedican a complacer permanentemente a los demás, buscando así molestar menos o ser útil para justificar su presencia. Esta búsqueda permanente de complacer a los demás se vive con una cierta angustia. Son personas a las que les cuesta mucho recibir atención, ayuda y amor.

Creencia: “Nadie me quiere, no hay lugar para mi”

El bebé no deseado no se siente amado por sus padres, incluso en el caso de que, una vez pasado el

susto de la noticia de que viene el bebé, los padres se alegren y se vuelquen en él. La primera sensación de no ser bien recibido, de no ser esperado e incluso de causar preocupación en los padres es suficiente para que el bebé tenga la creencia de que no es amado. Si esta sensación se confirma a lo largo de la gestación y luego en la infancia, estas personas desarrollan una gran necesidad de reconocimiento, lo que afectará mucho a sus relaciones afectivas.

No se sienten con derecho a ser amados y a la vez buscan obsesivamente serlo, hasta el punto de ignorarse completamente. Toda su atención está puesta en obtener la atención de los demás, con lo cual su vacío interior es cada vez más creciente, al igual que su sensibilidad al rechazo, que es muy alta.

Creencia: “La vida no tiene sentido”

Los bebés no deseados no entienden porque están en la vida. Esta sensación es muy sutil pero está

muy arraigada en estas personas, que se pasan toda la vida buscando un sentido, buscando respuestas que les ayude a encontrar su lugar en el mundo.

La existencia de un bebé se forma a través de sus padres, de hecho se percibe únicamente a través de ellos y esto dura más allá del vientre materno hasta los 9 meses aproximadamente. Si el bebé no es deseado por los padres y no se siente amado por ellos, se siente invisible y no encuentra sentido a su existencia.

Estos bebés son personas que sufren de una gran desorientación o de un gran vacío existencial. Pueden tener también muchas ganas de irse, de desaparecer o pasan la vida sin sentir nada especial, como cumpliendo una obligación que esperan que acabe algún día.

La búsqueda permanente de sentido les genera también una gran insatisfacción, tristeza y ansiedad.

Cuando hacemos un proceso de comprensión profunda, estas creencias que vienen del aparente no- deseo de los padres llegamos a una nueva toma de conciencia, que es que una vida no puede ser creada si antes no ha habido un deseo, tanto por la vida misma a un nivel espiritual, como por los padres a nivel inconsciente.

La mejor manera de hacer este proceso es desde la propia conciencia de embrión, que nos lleva al origen más profundo de esta huella, que luego en nuestra vida adulta se expresará con los matices descritos.

Por Catherine Hansen – Terapeuta de las Memorias Prenatales